Comienzo
diciendo que hasta no hace mucho tiempo yo también me he aprovechado de los
chollos y que en ocasiones he comprado alguna prenda de ropa a precio increíble. Todo esto cambió a partir de estudiar en mi formación en Moda las diferentes formas
de controlar los costes de producción. Para abaratar el coste de un una prenda
hay un límite, que rebasarlo, significa no tener conciencia.
Somos
defensores de cualquier injusticia y estamos en contra de la esclavitud, de las
guerras, de la violencia de género y del maltrato animal. Por otra parte, nos
hemos convertido en consumidores convulsivos de moda low cost sin pararnos a
pensar qué se esconde detrás de un precio imposible, del chollo de una
camiseta, de un pantalón, de un vestido o de una chaqueta.
No
hay que ser un experto para preguntarse en qué condiciones y qué ganó el que
cultivó la fibra, el que la tejió, el que confeccionó la prenda y todos
aquellas personas que participaron de un modo u otro en el proceso que hizo
posible que ese vestido llegase a nuestras manos. La suma no cuadra, algo
falla.
Las
grandes empresas de la industria de la moda ya no consideran que el futuro del sector está en
Asía y en cambio sí en África. No es de extrañar que piensen esto si se contratan
a niñas en cadenas de producción a 0,80 € por jornadas de 10 horas de trabajo.
No
vivas de espaldas a todo esto.
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